Lloraba,
y a cada lágrima que derramaba
se iba desnudando su alma.
Tenía tanto que mostrar,
tanto que ofrecer,
y tan pocos que lo escuchasen.
Lo que para los demás no era nada,
para él lo era todo.
Cuestionaba cada idea que le rondara la cabeza,
era de pruebas,
de teorías con fundamento,
no soportaba vivir en una sociedad
que había perdido el interés,
viajaba entre marionetas
con la mochila a cuestas,
para guardar en ella todos los recuerdos acumulados.
Sin saberlo,
había conseguido cambiar un poco el mundo,
sus pisadas, firmes y hacia delante,
habían dejado huella.
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